Más allá de ver vestidos hermosos, me gusta ver The Oscar Night todos los años. En serio disfruto ver a esa gente perfecta, hermosa, millonaria, con mansiones de 2.5 a 10.2 millones de dólares, con tres Bentleys en la puerta, tres operaciones de mentón, etcétera, enfundados(as) en su Galliano o su Ermenegildo, con el mundo a sus pies, poniéndose nerviosos al recibir una estatua dorada de un tipo encuerado.
La noche de los Oscares bien vale la pena esperar hasta ver cómo un tipo como Sean Pean, que es maravilloso, no puede ni desdoblar, ni mantener un papel con sus apuntes porque le tiemblan las manos. Lo dejaba, tartamudeaba, lo volvía a tomar, se ponía los lentes, garraspea. En esa noche nos recuerdan que son simplemente humanos y tal vez, también lo recuerden ellos. Otros sabrán de cine, yo no. A mí sólo me gusta ver cómo los sueños se cumplen, aunque no sean los míos.
sábado, 28 de febrero de 2009
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3 comentarios:
Yo le iba al luchador... chale, en esas ondas tambien se le va a alguien o nomás te sientas a ver quien ganó? los fanseses esperan afuera y vitorean a su artista favorito? Se van a celebrar al ángel si su película gana algo?
Grandes y misteriosos son los caminos del Oscar.
A mí me encantó la ceremonia de esta año, la neta me pareció mejor que cuando ponen a cómicos que me dan flojera... fue mucho más emotiva.
Saludos
hay yo no los vi no se que estaba haciendo, pero pobre hombre sólo le falto limpiarse gotitas de sudor con el papeluchin arrugado
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